Artículos de opinión
Evolución de Facebook y madurez (de algunos) de sus usuarios
Después de 10 años de convivencia con el Facebook 'español', el análisis de la evolución del comportamiento de sus usuarios (no de todos, claro) parece dibujar el camino futuro de esta red social.
Los ciclos vitales no sólo son intrínsecos a los seres vivos. Cada moda, cada tendencia, cada novedad, ya sea producto o servicio, desarrolla su propio ciclo vital. Y, por supuesto, las redes sociales no son la excepción a esta regla.
Casi todos los que vivimos el nacimiento de Facebook, en mayor o menor medida, sucumbimos a sus encantos. Nos cautivó la facilidad para establecer, restablecer y/o mantener contacto –casi permanente- con aquellos que formaban (o habían formado) parte de nuestra vida. Un nuevo canal de comunicación, ágil y multimedia, ajeno a la distancia, a la falta de tiempo para 'quedar' y a cualquier otra circunstancia.
En esos comienzos, cuando en el año 2008 llegó el Facebook ‘español’, los usuarios publicábamos TODO: dónde estábamos, con quién, qué hacíamos, lo que nos había hecho reír, llorar; lo que nos hacía pensar, lo que considerábamos criticable, denunciable… 'Vomitábamos' y 'reposteábamos' sin apenas filtros y, diría yo, sin ningún tipo de conocimiento sobre sus posibles ‘efectos secundarios’.
Entre esos ‘efectos secundarios’, ya en el año 2013, diversos estudios aseguraban que Facebook podía provocar estados de envidia patológica y cuadros de tristeza y soledad como consecuencia de la comparación personal con los éxitos y vida social de los amigos y conocidos de Facebook.
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En esta misma línea, pero en el lado opuesto, otros muchos usuarios se esmeraban por crear y mantener en su perfil una 'vida' mucho más atractiva de lo que era en realidad.
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La falta de información y experiencia sobre el uso de Facebook (y de Internet en general) también tuvo otro efecto secundario: la falta de privacidad. Pocos eran conscientes de la cantidad de información que hacían pública ni de sus posibles consecuencias en todos los ámbitos de su vida: en su seguridad (y en la de su hogar), en el ámbito laboral y profesional, en sus relaciones personales…
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Y después de 10 años, ¿qué pasa con Facebook?
En apenas un mes se cumplirán 10 años de convivencia con esta red social en España. Y, según los analistas, en lo referente a perfiles personales (las fan pages son otro cantar), Facebook ya está en la curva descendente de su ciclo vital.
Basta con analizar con cierto detenimiento tu propio perfil para comprobar la drástica disminución de esos post ‘personales’ que antes lo invadían frente al aumento de publicaciones de índole comercial, curiosidades o de interés general.
Y es que los usuarios de Facebook han evolucionado y madurado. Y también se han vuelto más críticos y selectivos. Y, sobre todo, más celosos de su intimidad. En general, para la mayoría de los usuarios, antes era casi un vicio. Ahora entran menos. Y cuando lo hacen es para ver las actualizaciones de sus ‘amigos’ y, en especial, de las páginas que les interesan. Pero ya casi no suben contenidos ni comentarios 'personales'.
Además, muchos reconocen que su actual actividad en esta red está marcada por:
- Calidad vs Cantidad: ‘Limpiar’ la lista de amigos en lugar de ‘aceptar solicitudes’ indiscriminadamente.
- Rechazo al postureo: El refrán ‘Dime de qué presumes y te diré de qué careces’ adquiere un nuevo significado en Facebook.
- Privacidad: Menos espontaneidad y nada de información personal, ni de las ‘perfectas vacaciones’, ni de las ‘perfectas salidas’. Y, por supuesto, nada de comentarios o fotos que puedan dar lugar a equívocos.
- Pragmatismo: Subir contenidos o comentarios sólo de interés. Evitar todo tipo de contenido que no aporte cierto valor.
Y a ver, que no estamos en contra del Facebook. Creemos que sigue teniendo muchas ventajas, aún en ese declive que anuncian. Pero eso si; usémoslo con madurez, conscientes de su evolución y riesgos: ni hay que documentar cada paso que damos, ni estar pendientes del número de ‘likes’ de nuestras publicaciones; y, por supuesto, nada de fabricarnos una falsa felicidad que, a estas alturas, nadie puede creerse…
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